Un arquitecto para tu reforma – Proyecto/Diseño

Diseñando una reforma
Esta entrada es la parte [part not set] de 3 de la serie Cómo te puede ayudar un arquitecto en una reforma
Diseñando una reforma
Diseñando una reforma

Ya hemos visto en la entrada anterior de esta serie lo importante que es comenzar bien el proceso de una reforma, las gestiones previas, la toma de datos, etc. Lo siguiente, evidentemente, es diseñar o proyectar lo que se va a hacer… concretar la reforma, vamos. Y de nuevo la ayuda que te puede prestar un arquitecto en esta fase es inestimable.

En primer lugar, un consejo: déjate aconsejar por tu arquitecto. No digo que aceptes cada propuesta o cada idea que te ofrezca… digo que dejes que te las ofrezca. Incluso en el caso de que te guste mucho el diseño, el interiorismo, la decoración, y hayas visto montones de revistas y webs, lo más probable es que tu arquitecto haya visto más revistas y más webs aún, y blogs, y exposiciones, y libros…. El caso es que con creatividad y diálogo entre tú y tu arquitecto, barajando tanto las ideas que tú sugieras como las que él te proponga, salen ideas aún mejores.

Otro consejo: más que decirle a tu arquitecto «quiero esto o aquéllo», o «quiero que esto sea así», explícale qué quieres conseguir (más espacio, más luz, un dormitorio más, mayor calidez, una imagen más actual… lo que se te ocurra), cómo te gustaría vivir en tu casa, qué ritmo vital llevas, qué te gusta -de todo: colores, música, arte, cine, gente… hasta política y religión, si quieres-, con quién vives y te relacionas, en qué trabajas…. Con todo eso, y partiendo de el estado actual de tu vivienda, tu arquitecto puede proponerte una reforma que se adapte a ti, a tu vida. No quiere eso decir que no pongas tus condiciones «indispensables», o unos requisitos mínimos para «aceptar» la reforma que te propone. Pero sí que le dejes crear algo interesante para ti, sugerirte cosas, ayudarte a plantear algunas cosas de una forma que no habías pensado inicialmente. Se trata, en suma, de explicarle las «intenciones» de esa reforma, y dejar que él te ayude a dar forma a esas intenciones. Insisto en que la interacción entre los dos es lo mejor para llegar a un diseño fantástico.

Tu arquitecto también debería saber ya en esta fase el presupuesto del que dispones para la reforma, si es que ya lo tienes muy claro, o al menos una aproximación, para ir acotando o ampliando el grado de intervención, ir calibrando el uso de unos materiales u otros, considerar los medios técnicos que harán falta para ejecutar la obra, etc.

Las propuestas que te puede hacer tu arquitecto en esta fase van muuuucho más allá de simplemente decir dónde van los tabiques o las puertas… Si algo bueno tenemos los arquitectos (vale, hay más cosas, pero esto es muy bueno) es la capacidad de tener una visión de conjunto de todo proyecto, considerando, simultáneamente, un gran número de aspectos. Y no sólo eso, sino que en la fase de proyecto y diseño vamos realizando todo el planteamiento técnico, es decir, todo lo que es necesario acometer para llegar desde el estado actual de tu vivienda hasta el estado final pretendido. Pongo aquí una pequeña lista de cosas que tu arquitecto tendrá en cuenta (dependiendo de la actuación que se pretenda realizar, claro), sabiendo, como he dicho antes acerca de  la visión de conjunto, que todos estos aspectos (y muchos más) están interrelacionados entre sí:

  • Relación entre los espacios
  • Colores
  • Acabados
  • Texturas
  • Ritmos
  • Soleamiento
  • Funcionalidad
  • Ventilación
  • Iluminación
  • Vinculación de los espacios con el exterior
  • Materiales y elementos constructivos
  • Accesibilidad
  • Espacios exteriores
  • Amueblamiento
  • Decoración
  • Instalaciones (eléctrica, de fontanería, de saneamiento, aire acondicionado, calefacción, domótica…)
  • Seguridad de la construcción y en la vivienda
  • Impermeabilidad y estanqueidad
  • Ahorro energético
  • Subsanación de patologías ya existentes
  • Durabilidad
  • Elementos estructurales
  • Diseño exterior de la vivienda o la parte del edificio en cuestión

No sigo con la lista, porque se haría un post interminable, pero sí avanzo que algunos de estos aspectos se tratarán también en entradas siguientes de esta misma serie.

 

Un arquitecto para tu reforma – Los pasos previos

Esta entrada es la parte [part not set] de 3 de la serie Cómo te puede ayudar un arquitecto en una reforma
Antes de empezar tu reforma....
Antes de empezar tu reforma….

En el primer post de esta serie introducíamos la idea de que es muy conveniente contratar a un arquitecto cuando te estás planteando, o has dedidido ya, reformar tu vivienda. Hoy vamos a ver concretamente en qué te puede ayudar durante la fase preliminar de la reforma, es decir, cuando estás tratando de decidir qué hacer, en qué grado intervenir, cuando todavía no sabes lo que vas a necesitar ni los trámites que deberás seguir…. Te puedo asegurar que contar con un arquitecto que te asesore, que te ayude, que trabaje por y para ti -para eso lo contratas, ¿verdad?- te puede sacar de muchas dudas, te puede evitar muchos obstáculos, y te puede ayudar a sobrellevar todos los primeros pasos con muuuucha más tranquilidad.

En primer lugar, si no sabes qué hacer -qué reformar, cómo configurar los espacios, cómo iluminar…-, tu arquitecto te puede dar ideas. Muchas ideas. Buenísimas ideas. Pero volveremos a eso -y al proceso de diseño en su conjunto- en otro artículo de esta serie.

Una de las primeras cosas que deberías hacer es un levantamiento del plano de tu vivienda. Un arquitecto te ayudará sin problemas con esto: tomará las medidas necesarias in situ y elaborará el plano correspondiente, es decir, cómo está tu vivienda actualmente. Esto, evidentemente, no será necesario si ya dispones de este plano, aunque no está de más comprobar las medidas y asegurarse de que se corresponden con la realidad ejecutada…. te sorprenderías la de veces que hay errores «de bulto» en los planos, ya sea porque se han hecho modificaciones durante la obra y no se han reflejado en los planos finales; ya sea porque los que te han dado al final de la obra, al comprar la vivienda, son los iniciales de proyecto y no los modificados; ya sea porque fotocopia tras fotocopia mal hechas se ha deformado completamente la imagen; ya sea porque el anterior propietario los hizo «de aquella manera»; ya sea porque anteriores ocupantes han realizado modificaciones de las que no se dejó constancia en planos…. en fin… muchas posibles causas. El caso es que conviene conocer -y dejar reflejado en una planta bien hecha- qué existe realmente. Teniendo este plano «real» bien definido ya, tu arquitecto puede, también, cotejar los datos obtenidos con los que figuran en la escritura, o en el catastro, o en los instrumentos de planeamiento de tu municipio, por poner algunos ejemplos, y comprobar si todo se corresponde como debe.

Otra buena razón para encargar a tu arquitecto este levantamiento de planos es que la toma de datos permitirá situar elementos importantes a la hora de plantear la reforma, como pueden ser pilares, machones, muros de carga, vigas descolgadas («jácenas»), conductos de ventilación, montantes de fontanería, etc. Incluso, si fuera necesario, también otros que podría pensarse que no es necesario reflejar en un plano como puntos de luz, mecanismos eléctricos, llaves de corte….. Por supuesto se incluirán puertas y ventanas, con sus dimensiones reales y sus sentidos de apertura, los tabiques con su espesor aproximado, los cerramientos -paredes que dan al exterior-, las superficies de las estancias…. Todo eso puede tu arquitecto situarlo en una planta del estado actual de tu vivienda (salvo que haya cosas «escondidas», e incluso así podría «intuir» su ubicación en algunos casos), lo que será una gran ayuda en las fases de diseño y de ejecución.

Más cosas en las que puede ayudarte un arquitecto, en el caso de que ya tengas una idea más o menos definida de la reforma que quieres hacer: estimar, en una primera aproximación (un poco con «números gordos» todavía, luego se deben ajustar) las obras que has pensado realizar. Eso te permitirá hacerte una idea de inicial «dónde te metes», y te puede ayudar a determinar si quieres intervenir en un grado mayor o menor del que has previsto en un principio.

También ayudará a dilucidar si lo que tienes entre manos es una obra menor o una obra mayor. La tramitación es distinta, los requisitos son distintos, y los permisos a solicitar también. Los problemas que puedes tener con los vecinos y con las autoridades si no haces las cosas correctamente, lamento decirte, también varían en un caso u otro. Puedes buscar en internet la diferencia, y, básicamente, encontrarás algo así como que una obra mayor es cuando cambias el uso de un inmueble, o bien cuando cambias la configuración exterior del edificio, o cuando modificas elementos estructurales. Pero todo esto depende mucho de la normativa de cada Comunidad Autónoma, e incluso de cada Ayuntamiento. Tu arquitecto, o bien conoce bien el caso concreto donde se ubica tu vivienda, o bien tendrá claro dónde, a quién y cómo hacer las cosultas pertinentes, ahorrándote tiempo y preocupaciones.

En función de que la obra sea de uno u otro tipo y de la práctica común del municipio en concreto, serán necesarios, o no, aspectos como la redacción de un proyecto, la figura de un director de obra -arquitecto-, de un director de ejecución -aparejador o arquitecto técnico-, de un coordinador de seguridad y salud… Tu arquitecto, con toda honestidad, te indicará los requisitos y los trámites a seguir, y te dirá si, a efectos de trámites, necesitas un arquitecto y/o un aparejador. Aunque ya te digo, como intento demostrar en esta serie de artículos, que aunque no te lo exija el procedimiento, te conviene contar con un arquitecto.

Otra razón más para contar con un arquitecto en las fases previas incluso a definir la reforma (y ya van unas cuantas): un arquitecto puede ayudarte detectando y dignosticando problemas -patologías- que tú no hayas percibido en tu vivienda -o de las que sí ye hayas percatado-: fisuras, humedades, desplomes, descuadres, desniveles, remates de acabados incorrectos, degradación de materiales, problemas con las instalaciones, o deficiencias en accesibilidad o en la eficiencia energética, o en el aislamiento acústico…. o mil cosas más. Lo bueno es que podrá diagnosticar las causas -que es lo importante- de esos problemas y plantear las actuaciones necesarias…. si fueran necesarias. En ocasiones hemos visto patologías que han alarmado a algún propietario, y que luego eran temas menores de fácil solución, o, a la inversa, problemas más serios a los que no se les había dado importancia y que suponían un riesgo grave a medio o largo plazo. Saber que alguien que conoce bien estos temas está a tu lado te ayudará a dormir mejor. Es lo que tiene ponerte en buenas manos.

Seguiremos analizando en próximas entregas en qué más (sí, hay mucho más) puede ayudarte un arquitecto con tu reforma. La de tu casa. Esa que te hace tanta ilusión y que esperas -con cierta ansiedad, eso sí- que salga genial.

De lo formal y lo informal en la arquitectura vernácula

Arquitectura vernácula/popular

Pese a lo rimbombante del título, la reflexión que quiero plasmar en este artículo no es –en exceso– de corte filosófico. Es simplemente un «hilo de pensamiento» que me surgía a raíz de una experiencia este fin de semana, y que he pensado dejar escrito en el blog (porque pensar en voz alta delante del ordenador me parece ridículo -y supone un riesgo de que me declaren mentalmente incapacitado para según qué cosas-).

El caso, digo, es que este fin de semana he estado en un pueblecito de montaña  del noroeste de la Región de Murcia. Es un pueblecito muy pequeño…. pequeñísimo. Si tiras una piedra fuerte, en cualquier dirección, cae fuera del pueblo. El caso es que he estado alojado en una casita de esta pequeña población, una edificación antigua (no me consta su «edad», pero seguro que tenía bastantes décadas, y si me dijeran que ha cumplido el siglo no me sorprendería), tradicional –eso que se ha dado en llamar arquitectura vernácula o arquitectura popular–. Era una vivienda pequeñita: un salón y una cocina en la planta baja y un baño y dos dormitorios en la primera. Probablemente se trata de una adecuación –para el turismo rural– de una parte de un caserío mayor. Pero no es de la tipología arquitectónica concreta de lo que quiero hablar. Desde el punto de vista constructivo, era también muy tradicional: muros de mampostería, curiosamente no revestidos en el exterior, aunque sí en el interior, forjado intermedio con rollizos de madera y revoltón, y en la planta superior se veían los planos inclinados de la cubierta con rollizos de madera también (aunque creo que se realizó algún tipo de refuerzo estructural o hasta una nueva cubierta por encima)… incluso conservaba –creo, aunque podrían ser imitaciones modernas– aquellos interruptores eléctricos que había que girar 90º para encender o apagar las luces….). Lógicamente, tenía algunas «modernidades», como la calefacción con radiadores de chapa. Tenía poquitas ventanas, y pequeñas, como corresponde al clima de montaña de la zona. Es, en fin, una arquitectura discreta, sencilla, humilde, muy vinculada al clima, a los materiales disponibles, a la topografía del pueblo y de su calle en concreto…. Una arquitectura «integrada» en su entorno, que llamaríamos ahora. Como ocurre en la arquitectura vernácula en el 99% de los casos.

Pues bien, desde el pueblo se ve una megaconstrucción reciente –me he enterado de que, en realidad, es una vivienda o palacete, en teoría, pero enorme–, situada en la ladera de una montaña próxima. Tiene cubiertas de teja, como las casas del pueblo. Tiene ventanas con arcos, como en algunos pueblos (lo cierto es que no en éste). Tiene las paredes pintadas de blanco, como en algunos pueblos (tampoco en éste, donde predominan los ocres, algunos amarillos discretos, colores terrosos, etc). Los huecos tienen algún tipo de recercado o recrecido alrededor, como muchos en el pueblo. Tiene una volumetría muy fragmentada, como ocurre con el pueblo en conjunto. Pero lo cierto es que no se «integra» en absoluto.  La «mímica» ha fallado. Y no sólo es cuestión de los aspectos formales –alguno también ha fallado, desde luego, como también la escala–, sino que, como pretendía sugerir con el título (malo es que ahora tenga que explicarlo), las virtudes de la arquitectura vernácula no están –iba a decir  «en absoluto», pero dejemoslo en «únicamente»– en lo formal, sino también en aspectos que no son formales (ergo, son informales): la materialidad, la sencillez, la economía de medios, la adecuación al clima, a la escala del lugar, la propia sinceridad –brutalista, podríamos decir, en ocasiones– de la construcción… en suma, una multitud de factores que la convierten en lo que es, y no precisamente por sus formas.

Curiosamente, lo que más integrado queda, de ese conjunto de vivienda/palacio, en su entorno natural, es un anexo del que en este momento ignoro la función –¿piscina cubierta? ¿garaje? ¿casa de invitados?–, que está separado ligeramente del resto, y ejecutado en hormigón (creo, porque estaba bastante lejos como para asegurarlo). No tenía cubierta inclinada con teja. Ni pequeños huecos perforando los muros. Era su color gris, su carácter discreto, su sencillez, y también su fuerte horizontalidad, lo que le permitía pasar casi desapercibido en el entorno. Probablemente este anexo, de líneas mucho más «modernas» que el resto del conjunto, no tiene todas las bondades de la arquitectura vernácula… pero alguna sí, desde luego.

No digo que la arquitectura que se hace hoy en día deba copiar la vernácula. En absoluto. Creo que es un craso error (las edificaciones de hoy deberían parecer… eso, edificaciones de hoy). Pero sí debería apropiarse de algunas de de sus virtudes.

Un arquitecto para tu reforma – Introducción

Maldita reforma
Esta entrada es la parte [part not set] de 3 de la serie Cómo te puede ayudar un arquitecto en una reforma
Necesito ayuda con esta reforma....
Necesito ayuda con esta reforma….

Vale, te has planteado o te estás planteando reformar tu vivienda. Es una idea genial, hay mucha ilusión puesta en esa decisión, mucha esperanza en el resultado final… a fin de cuentas es tu casa…. pero, ¿sabes?, te enfrentas a todo un reto…. Al principio puede que todo sean dudas: ¿Cómo empiezo? ¿Cómo gestiono todo lo que se me viene encima -que es no es poco-? ¿Merece la pena? ¿Necesito de verdad hacerlo? ¿Quedará bien? ¿Acertaré en el diseño? ¿Tendré suerte con la empresa o empresas constructoras que contrate? ¿Cuánto me va a costar? ¿Quién puede ayudarme? ¿Es más… hay alguien que pueda hacerlo?

Empiezo con este post una serie de artículos en los que iré comentando cuáles son las ventajas que puede ofrecerte contratar a un arquitecto y en qué puede éste ayudarte a la hora de realizar una reforma en tu vivienda (aunque lo que iremos viendo es, en general, aplicable también a otras atuaciones, como puede ser un local comercial, por ejemplo). Hay casos en los que la legislación actual (fundamentalmente la Ley de Ordenación de la Edificación, aunque también entran en juego otras regulaciones) exige que exista un proyecto redactado por un arquitecto, y una dirección facultativa -habitualmente formada por un arquitecto como director de obra más un arquitecto técnico (o aparejador) como director de ejecución-. Veremos más adelante cuáles son esos casos. Pero lo que va a ir apareciendo en esta serie es aplicable también a aquellas reformas que no precisen -al menos por ley- de un proyecto firmado y visado, las que se conocen habitualmente como «obra menor». Evidentemente, no nos vamos a referir a operaciones que consistan exclusivamente en cambiar unos azulejos, o en sustituir unos sanitarios, o en pintar un salón…. Vamos a hablar de actuaciones un poco más complejas (o mucho), que abarquen desde un sencillo cambio de distribución de los espacios de la vivienda hasta una reforma integral, o una ampliación, por ejemplo.

Ya he mencionado anteriormente en este blog que en muchas ocasiones se percibe la figura del arquitecto con connotaciones claramente negativas. Una de ellas es entender que hay que contratarle y pagarle como si de un impuesto o tasa municipal más se tratara a la hora de acometer una obra. En consecuencia, siempre que se pueda, hay que evitar la figura del arquitecto a toda costa, y, si la reforma entra dentro del concepto de «obra menor» -y en ocasiones a pesar de que no entre-, en el pensamiento colectivo está profundamente enraizada la idea de que no hay por qué contar con sus servicios… es más, es mejor no hacerlo (te evitas problemas, ahorras dinero…) . Nuestra opinión es la contraria -obviamente por interés profesional, claro, pero, sinceramente, también porque hemos visto a muchas personas meterse en «berenjenales» tremendos sin un asesoramiento adecuado y, finalmente, pasarlo francamente mal, o, simplemente, obtener unos resultados muy por debajo de sus expectativas. Creemos firmemente que contar con los servicios profesionales de un arquitecto evita problemas e incluso puede suponer un ahorro.

Por ello, en esta serie voy a tratar de explicar todo lo que un arquitecto te puede aportar a la hora de reformar tu vivienda (vale, contarlo «todo» es imposible, dejémoslo en «gran parte»). Dicho de otra manera, intentaré enumerar los servicios que puede ofrecerte un arquitecto en esa situación, qué ventajas -y son muchas- supone contar con él.  De esa manera, además, resultará más sencillo entender qué honorarios percibe y en concepto de qué los percibe, así como por qué te merece la pena realizar ese desembolso.

Una última puntualización: el conjunto de servicios que te ofrece el arquitecto serán aquellos que tú le solicites. Te puede ayudar en un aspecto, en dos, en diez, o en todos los que comentaremos en la serie. Dependerá de lo que acuerdes con él -y cobrará en consecuencia, claro-.

Por tanto… permanezcan atentos a este blog…. Seguiremos con la serie pronto :).

Contratar a la baja (temeraria)

Contratar a la baja

Contratar a la bajaA raíz de un interesante post que he leído esta semana, titulado «Contratar hasta no poder más«, hacía yo un comentario que me gustaría desarrollar también en este blog. El tema de partida es el follón que se ha montado con Sacyr en Panamá (enlazo a una noticia de hoy mismo, porque hay cientos de ellas sobre el problema que se ha generado), pero en el post se hace una reflexión interesante sobre el hecho de que las obras del sector público se contratan siempre a la baja…. pero MUY a la baja. Y de hecho, el criterio económico al contratar prima, en los pliegos de las licitaciones, quedando MUY por encima de los criterios técnicos. Y eso es un problema, por razones que deberían ser -aunque no parecen serlo para todo el mundo- evidentes.

En primer lugar: si un proyecto se ha redactado estableciendo un determinado presupuesto, es evidente que la cifra exacta no coincidirá con lo que oferten las distintas contratas que concursen. Pero lo lógico es que se muevan en un entorno de esa cifra, porque, en teoría (y en la práctica es así en un 99% de los casos, o, al menos, eso quiero pensar) los técnicos que han elaborado el proyecto han tratado de ser lo más objetivos posibles y establecer unos precios de mercado razonables para las distintas partidas. Desde luego, así lo hemos hecho en nuestro caso siempre, y así lo han hecho los técnicos que conocemos que hayan realizado proyectos para las administraciones. Es obvio, también, que el establecimiento de precios dista (mucho) de ser una ciencia exacta, pero las cifras globales deberían ser suficientemente aproximadas. ¿Qué es lo que debería permitir a una empresa bajar los precios? Pues su competitividad, su red de proveedores, su gestión de costes…. Todo ello dentro de un margen razonable. Entendiendo esto, contratar, como ha sucedido en alguna ocasión, con un 60% de baja no es razonable. No me lo parece ni un 30% tampoco. Si se puede ejecutar la obra con esas bajas es que los técnicos han fallado por mucho. En realidad, cuando se licita una obra así, todo el mundo sabe que no es posible acabarla con ese dinero. Y cuando digo todo el mundo, me refiero, como mínimo, a la propia empresa constructora, a los técnicos, y a la propia administración. Las empresas confían en evitar las pérdidas (que es lo que tendrían si acabasen la obra tal como la han ofertado) con modificados de proyecto, revisiones, presiones, paralizaciones, liquidaciones…. maniobras varias, permitidas (en general) por la ley, asumidas y permitidas por la propia administración, archiconocidas por las empresas, y sufridas en mayor o menor medida según el carácter y la profesionalidad de cada uno, por los técnicos.

Es, por tanto, un sistema que favorece este juego de mentir para luego «dar el palo». Favorece también que las obras se ejecuten por las empresas yendo a «mínimos», porque no tienen margen de maniobra, lo cual, implícitamente, supone una necesidad de un control casi policial -en vez de exclusivamente técnico y económico- por parte de la dirección de obra porque la presunción de la buena fe se pierde.

A ver: traslademos esto al sector de las obras pequeñas, de particulares o pequeños promotores. ¿Verdad que parece mala idea que se contrate la obra a la opción más barata sin más consideraciones? ¿No nos hace sospechar alguien que está un 35% más barato de lo que parece razonable? En esos casos, se advierte al cliente, salvo que se tengan muy buenas referencias de la empresa en cuestión, o que ésta de una explicación detallada de esa bajada de precio, del riesgo de que, a mitad de obra, o bien le «den el palo» en lo económico o, peor aún, de que le dejen la obra a mitad y «salgan corriendo» dejando los trabajos sin realizar, por la sencilla razón de que la empresa no puede en realidad asumir los gastos en que incurre. Quien va a contratar, debe, por tanto, sopesar muy bien semejante decisión.

Pues este mismo riesgo existe en las grandes obras licitadas por concurso, sólo que parece que en este caso, cuando el cliente es la administración, parece que el engaño no es algo tan serio, puesto que no se «tima» a una persona en concreto. Es algo muy español, todo sea dicho: el dinero de todos no es de nadie…. algo que resulta falso porque el dinero sigue siendo de todos. Y expoliar a una administración (desde dentro o desde fuera) es -moralmente-robar a millones de ciudadanos.

No me resisto a citar, desde el artículo que indicaba al principio, la carta del Marqués de Vauban al ministro de Luis XIV, Marqués de Louvois, que resume muy bien la filosofía que impera, y la que debería imperar -el resaltado es nuestro-:

“Monseñor:

… Hay algunos trabajos en los últimos años que no han terminado y que no se terminarán, y todo eso, Monseñor, por la confusión que causan las frecuentes rebajas que se hacen en sus obras, lo que no sirve más que a atraer como contratistas a los miserables, pillos o ignorantes, y ahuyentar a aquellos que son capaces de conducir una empresa, yo digo más, y es que ellos retrasan y encarecen considerablemente las obras porque esas rebajas y economías tan buscadas son imaginarias y lo que un contratista que pierde hace lo mismo que un náufrago que se ahoga, agarrarse a todo lo que puede; y agarrarse a todo, en el oficio de contratista, es no pagar a los suministradores, dar salarios bajos, tener peores obreros, engañar sobre todas las cosas y siempre pedir misericordia contra esto y aquello.
De ahí bastante, Monseñor, para hacerle ver la imperfección de esa conducta; abandónela pues, y, en nombre de Dios, restablezca la buena fe; encargar las obras a un contratista que cumpla con su deber será siempre la solución más barata que podréis encontrar.”

Es más, la voy a tener siempre disponible para enseñársela a nuestros clientes. Incluso a nuestros clientes potenciales…. porque lo mismo vale para contratar una obra que un proyecto que algunos otros miles de cosas.