Cito (al completo y textualmente) una entrada -de la que copio el título- del estupendo Blog de STEPIEN Y BARNO, y a continuación hago algunos comentarios al hilo de su artículo:
Que los arquitectos estamos forrados es algo que todo el mundo sabe; pero no unos cuantos, ¡todos! Sin excepción. Han sido años de gran provecho para la arquitectura y para sus ejecutores, es decir, nosotros los arquitectos; así que, ahora, no nos podemos quejar de nada!
Estas palabras no serán la primera ni la última vez que las oigamos y, desgraciadamente, gran parte de la sociedad todavía sigue pensando que esto es así.
Sin embargo, la realidad es, y ha sido, bien distinta. Si llevas un tiempo en esto, sabes bien de lo que hablamos; si eres un joven estudiante que con toda la ilusión del mundo está estudiando arquitectura, quizás no sea bueno que sigas leyendo y si no eres ni lo uno ni lo otro, esperamos que nuestro pensamiento en voz alta pueda servir para aclarar un poco este complicado tema.
El dinero que se ha generado con la maldita burbuja inmobiliaria lo han ganado cuatro. Por un lado, unos cuantos promotores (no todos) se han forrado hasta decir basta, unos pocos estudios de arquitectura han ganado lo que no estaba escrito y, de paso, con las contribuciones urbanísticas de tanto ladrillo mal puesto, más de un acalde se ha colgado medallas en las inauguraciones de rotondas y urbanizaciones infernales.
De esta forma, gran parte de las obras derivadas del efecto guggenheim han sido realizadas por el star system; así que, Nouvel y compañía no hay duda que tienen el riñón cubierto.
Pero si, durante estos años, has sido un estudio pequeño o un arquitecto tipo el llanero solitario, seguramente, no habrás hecho mucho más que partirte los cuernos, sacrificar muchos fines de semana y ganar un dinero que tampoco te ha permitido demasiadas ostentaciones. Es así como se ha vivido, con normalidad y sin grandes alardes. Eso sí, los arquitectos que han tenido suerte, porque los que no, a pesar del gran auge constructivo del país, vivían con una mano delante y otra detrás, asumiendo como algo normal el ser un falso autónomo.
En este sentido, no ayuda nada la práctica de algunos estudios relevantes del país, como cuando se le pregunta a Benedetta Tagliabue “Tengo entendido que tienes muchos estudiantes en su estudio que trabajan de manera totalmente altruista sólo por el hecho de poder ponerlo en el curriculum. ¿Es cierto?” Y ella responde: “Esto es cierto y creo que con la experiencia del despacho profesional he aprendido que los becarios me aportan muchísimo. (…) Ahora somos prácticamente mitad y mitad. Me gustaría que los becarios realmente tuviesen una beca. Esto es algo que pedimos muchas veces… y muchas veces no es posible.” * **
De esta forma, un gran grueso del colectivo no ganaba ni 1.000 euros al mes, haciendo un trabajo más que cualificado. Cuando llegó la crisis, ya saben… palmadita en la espalda, patada en el culo y a rezar lo que se supiera.
Eso sí, mientras tanto los arquitectos, todos, hemos tenido un desinterés enorme por conectar con la sociedad.Los arquitectos hablamos en arquitecto y para arquitectos. Por ello, entre otras cosas (el ego con patas de más de uno), la sociedad nos vio como bichos raros que de vez en cuando ocupaban portadas de periódico, como un objeto más de la sociedad de consumo, pensando que vivamos, todos, como marqueses.
Para más inri, la aparición estelar de algún arquitecto con fular en programas televisivos no ayuda a que sepan cómo somos y ni que hacemos, realmente.
Así, mientras se terminó de macizar España y se despilfarró el dinero (no es nada la pasta enterrada en edificios, como la enterrada en autopistas y demás, con la mirada hacia otro lado de la propia administración), la mayoría de los arquitectos con la llegada de la crisis no han sabido cómo reaccionar.
La realidad, como bien indica el último informe del Sindicato de arquitectos, es que mucho más de la mitad de la profesión está temblando y sin muchas posibilidades de mejorar.
Cada vez que aparece un encargo, hay demasiados candidatos para que no haya navajazos por el mismo; así, a buen seguro, la mayoría de propietarios pedirán varias ofertas de honorarios, que no ofertas de servicios. Es decir, le darán el encargo a quien lo haga más barato. De esta forma, lo poco que a día de hoy sale al terreno de juego se hace, para el afortunado que lo consiga, con unos honorarios que justo cubren gastos y poco más.
A todo ello, hay que sumar que, si todavía se te ocurre mantenerte activo como arquitecto; levantar el trimestre, después del pago del estudio, la hermandad, la couta colegial, IVAs, Impuesto de actividad y demás “zarandajas”, es cosa de locos. ¡Ah!! y no te olvides del extracto bancario de Asemas que acudirá fiel a su cita, no solo durante el ejercicio de la profesión sino durante los 10 años siguientes a la jubilación o abandono de la profesión por exigencias del guión. Porque si hay algo claro en todo este tinglado es que, a los 10 años de entregar un proyecto, pasan “cosas” y de repente… la promotora ¿qué promotora?, el constructor ha desaparecido y ahí quedan los dos pelaos, el arquitecto y el aparejador (su seguro irá contra ti, ¡no lo dudes!), con la mirada del juez, que no entendió nada de lo que ocurría, pero le da igual, esperando para ejecutar la sentencia con “responsabilidad solidaria” para los técnicos. En este caso, nosotros siempre perdemos, pase lo que pase.
Con este panorama, no nos digáis que no hay que estar loco para ser arquitecto. Pues sí, hay que estarlo, porque por si no fuera poco todo ello, la que se nos viene encima con la LSP, gracias al amigo de Guindos, va terminar de dejar todo patas arriba.
Y lo “peor” de todo, es que, aun con todo, hay más de un chiflado que sigue queriendo ser arquitecto porque tenemos la extraña cualidad de no ver nada de todo esto; o mejor dicho, lo vemos pero seguimos pensando que la arquitectura es nuestra vida y que la vida de los demás depende, en parte, de lo buena que sea la arquitectura que lleguemos a hacer.
Ojalá para conseguirlo no tuviéramos que pasarlas tan canutas; ojalá, a pesar de lo que se vislumbra en nuestra reflexión, podamos seguir siendo arquitectos o por lo menos soñar con un mañana en el que la arquitectura de a la sociedad un futuro mejor.
¡Que así sea!
Coincido en líneas generales con lo que aquí se refleja, salvo en algún que otro matiz. Así que aquí van algunos comentarios personales:
- Yo creo que en la época de bonanza, el “grueso” del colectivo sí que ganaba más de 1000€ al mes. Y no estoy hablando de “media” sino de “moda”, desde un punto de vista estadístico. Para que quede más claro: la gran mayoría de arquitectos se ganaban la vida bien con su profesión. Luego están los “top”, superestrellas internacionales, nacionales, regionales o locales, aquellos estudios que en cada ciudad o pueblo se llevaban un porcentaje de todos los encargos de esa población en concreto que resultaba desorbitado. Pero había para todos. No digo que no hubiera arquitectos a quienes les costase subsistir, pero eran (al menos en mi entorno) una inmensa minoría.
- A cambio, creo que el reciente informe sobre el estado de la profesión se queda corto… Llevo mucho tiempo sin hablar con ningún compañero que me diga que puede vivir de lo que da la profesión (no de las rentas de la época buena, que habrá quien -tal vez- siga tirando de eso).
- De ASEMAS no hablo, porque el tema del seguro de Responsabilidad Civil y su pago prolongado durante diez años es tema que merece algo más que un breve comentario.
- Entiendo que hay «navajazos«, como afirma el post (alguno hemos sufrido, por qué no decirlo, y no tenemos constancia ni conciencia de haber dado ninguno por nuestra parte). Entiendo que los haya. Pero también entiendo que no beneficia a NADIE. Ni siquiera al cliente que saca un encargo por “cuatro duros” (unos doce céntimos, para los más jóvenes). ¿Que por qué? Porque es imposible cubrir gastos y ofrecer un buen servicio a partir de unos honorarios mínimos de “subsistencia”. Hay un límite por debajo del cual el arquitecto, seguro, no va a ofrecer un servicio de calidad…. a menos que sea un millonario filántropo cuyas “habichuelas” no dependan de esos honorarios. ¿En qué se “recortará? Pues cada uno sabrá: tiempo para pensar el proyecto, o para la memoria, o para las mediciones, o en el seguro (¡!), o en las visitas (=¡el control!) de la obra…. no sabría decir. Pero sé de ofertas de honorarios que no cubren de ninguna manera los gastos+el trabajo+la comida+la hipoteca/alquiler+…. durante el tiempo que se tarda en realizar el encargo, por rápido (¿y mal?) que se hagan las cosas.
- Hace poco se removió en Twitter y en la blogosfera arquitectónica en general el tema de los honorarios mínimos -i.e., obligatorios– de los arquitectos (e ingenieros) en Alemania. Y resulta que, como aquí somos así de …. españoles, nosotros los tenemos requete-ultra-prohibidísimos desde hace años (ni baremos orientativos, oiga), porque -nos dijeron- en Europa eso no se permite. Dije entonces, y digo ahora, que con unos honorarios mínimos seguiría habiendo competencia (parece que esa era la razón “oficial” para suprimirlos, aunque tengo serias dudas), aunque ésta no se realizaría en materia de precios, sino en servicio, calidad, creatividad, trato personalizado, innovación… cada estudio/arquitecto decidiría por qué quiere apostar.
- Eso sí, coincido con el post, y con algunos de los comentarios, en que los arquitectos no nos hemos sabido explicar… nada de nada. No hemos sabido transmitir qué hacemos y qué no, cuál es el auténtico valor (que no precio, eso lo discutimos aparte) de nuestro trabajo. Y por eso nos ven nuestros clientes (reales y/o potenciales, presentes, pasados y, futuros) como un impuesto más: transmisiones, actos jurídicos documentados, licencia y arquitecto. En fin. Y por eso el arquitecto se ve como “el que me hace los planos para el ayuntamiento”. Me vienen a la cabeza campañas realizadas por el RIBA en las que se COMUNICABA a la sociedad, se EXPLICABA a los ciudadanos, se CONCIENCIABA a los posibles clientes, de lo bueno y necesario que era contratar un arquitecto. Quizás aquí nos hemos mirado demasiado el ombligo, y nos hemos autocomplacido en exceso. Mi crítica (con moderación y educación) la extiendo a los Colegios en general, que tampoco han acertado a la hora de transmitir eso, y, en mi humilde opinión, se han centrado de más en potenciar los aspectos artísticos-culturales de nuestra profesión.
- En cuanto a la LSCP, sigo teniendo pendiente un post con mis opiniones al respecto.
Gracias, Laureano, por compartir el post.
Estamos de acuerdo en que el informe del Sindicato se queda corto. Por suerte o por desgracia, nos toca seguir muy de cerca el día a día de muchos arquitectos y el panorama, salvo excepciones, es desolador.
También, es totalmente cierto, la gran locura que se produce con la bajada de honorarios actuales (¡tarifas mínimas ya!); sin duda, los clientes, para su sorpresa, los principales perjudicados.
Gracias a vosotros por tan buen post y por pasaros a comentar. Un saludo.