
Ya hemos visto en la entrada anterior de esta serie lo importante que es comenzar bien el proceso de una reforma, las gestiones previas, la toma de datos, etc. Lo siguiente, evidentemente, es diseñar o proyectar lo que se va a hacer… concretar la reforma, vamos. Y de nuevo la ayuda que te puede prestar un arquitecto en esta fase es inestimable.
En primer lugar, un consejo: déjate aconsejar por tu arquitecto. No digo que aceptes cada propuesta o cada idea que te ofrezca… digo que dejes que te las ofrezca. Incluso en el caso de que te guste mucho el diseño, el interiorismo, la decoración, y hayas visto montones de revistas y webs, lo más probable es que tu arquitecto haya visto más revistas y más webs aún, y blogs, y exposiciones, y libros…. El caso es que con creatividad y diálogo entre tú y tu arquitecto, barajando tanto las ideas que tú sugieras como las que él te proponga, salen ideas aún mejores.
Otro consejo: más que decirle a tu arquitecto «quiero esto o aquéllo», o «quiero que esto sea así», explícale qué quieres conseguir (más espacio, más luz, un dormitorio más, mayor calidez, una imagen más actual… lo que se te ocurra), cómo te gustaría vivir en tu casa, qué ritmo vital llevas, qué te gusta -de todo: colores, música, arte, cine, gente… hasta política y religión, si quieres-, con quién vives y te relacionas, en qué trabajas…. Con todo eso, y partiendo de el estado actual de tu vivienda, tu arquitecto puede proponerte una reforma que se adapte a ti, a tu vida. No quiere eso decir que no pongas tus condiciones «indispensables», o unos requisitos mínimos para «aceptar» la reforma que te propone. Pero sí que le dejes crear algo interesante para ti, sugerirte cosas, ayudarte a plantear algunas cosas de una forma que no habías pensado inicialmente. Se trata, en suma, de explicarle las «intenciones»